El Acné es una enfermedad inflamatoria crónica del folículo pilosebáceo (del pelo y su glándula sebácea) que se caracteriza por la presencia de comedones abiertos y cerrados ( puntos negros, espinillas), y lesiones inflamatorias que incluyen pápulas, pústulas o nódulos ( granos rojos con pus). Afecta aproximadamente al 80% de la población adolescente y al 8% de los adultos entre 25 y 34 años. Se trata probablemente de la enfermedad cutánea más frecuente.

El acné se considera una enfermedad multifactorial en la que se encuentran implicadas cuatro causas fundamentales:

  • Aumento de la producción de sebo (grasa) en la piel; secundario al estímulo hormonal.
  • Obstrucción folicular; taponamiento por escatas de piel muerta de la salida del sebo.
  • Sobrecrecimiento de patógenos; sobre todo la bacteria Propionibacterium Acnes.
  • Inflamación: el aumento de la producción de sebo y el taponamiento de la glándula condiciona la rotura de la misma (como al hinchar indefinidamente un globo) y esto provoca la inflamación de la piel.
Los pacientes con acné presentan lesiones de retención como los puntos negros, comedones y espinillas pero si predomina la inflamación aparecen papulo-pústulas (granos con pus) y nódulos. Como secuelas pueden persistir cicatrices atróficas (marcas blanquecinas ligeramente hundidas) o en punzón de hielo. El acné afecta la piel de la cara, pecho, hombros y espalda.

Aparte del tratamiento médico en sí, existen una serie de medidas generales que contribuyen a la mejoría del proceso. La higiene es un complemento importante del tratamiento ya que facilita la acción de los tratamientos locales, no obstante hay que recordar que por sí sola no constituye un tratamiento curativo. Es aconsejable lavar las zonas afectas una o dos veces al día con jabón. La manipulación de las lesiones debe ser evitada ya que constituye una fuente importante de cicatrices y la extracción mecánica de los comedones debe ser realizada por personas con experiencia. Se deberían evitar los productos cosméticos y, en caso de ser preciso utilizarlos, serán productos libres de grasas (oil-free). El tratamiento específico del acné dependerá del grado de severidad del mismo y el grado de afectación que la enfermedad produzca en la vida del paciente. Como norma general, en los acnés comedonianos y papulopustulosos será suficiente con el tratamiento tópico (retinoides, peróxido de benzoilo, ácido salicílico) mientras que en el acné noduloquístico deberemos emplear también tratamientos sistémicos (antibióticos, isotretinoína y/o anovulatorios en mujeres). No obstante, y como se comentó previamente, será preciso individualizar el tratamiento a cada paciente.

Es importante lavar la cara con jabón diariamente, lavar el pelo con frecuencia; no apretarse o reventar los granos. El uso de cosméticos debe reducirse, pero si se usan (tanto hidratantes, protectores solares o maquillaje) deberían ser productos cosméticos no comedogénicos. El papel de la dieta en el acné es muy controvertido, pero no hay evidencia científica de que el chocolate o el embutido provoquen acné, por ejemplo.

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Estas definiciones pueden ayudar a identificar enfermedades o patologías pero nunca deben tomarse como herramienta de autodiagnóstico. Recomendamos encarecidamente consultar a un especialista si creen identificar alguna enfermedad, patología o cualquier duda que le pueda surgir al respecto.